“Tinogasta” deriva su significado de la lengua cacán, que se traduce como “Junta o reunión de los pueblos”. Geográficamente, Tinogasta limita al norte con el departamento Antofagasta de la Sierra, al este con los departamentos de Belén y Pomán, al sur con la provincia de La Rioja y al oeste con la República de Chile.

La RN 60 es la principal vía de comunicación en Tinogasta, conectándola directamente con la ciudad de Córdoba. Esta misma carretera, al dirigirse hacia el oeste, atraviesa el transcordillerano Paso de San Francisco, alcanzando una altitud de 4748 metros sobre el nivel del mar, lo que permite la conexión con Chile, donde se convierte en la RN 31.

En cuanto a los lugares para visitar, son muchos, pero nos centraremos sólo en algunos de ellos.

La Ruta del Adobe, como la conocen los residentes de Tinogasta, es un recorrido de aproximadamente 50 kilómetros que atraviesa pueblos y aldeas con una antigüedad de más de 300 años, aparentemente olvidados por el paso del tiempo. A lo largo de este trayecto, se pueden encontrar antiguas casas y edificaciones, así como numerosas iglesias y estructuras construidas con el mismo material y técnica: el adobe.

Las iglesias de adobe son especialmente llamativas para los visitantes debido a sus cúpulas redondeadas, formas y líneas distintivas, arcos y, sobre todo, su característico color marrón terracota, que las hace únicas.

El adobe, para aquellos que no están familiarizados, es uno de los materiales más antiguos y nobles utilizados por la humanidad para construir viviendas. Consiste en una mezcla de arcilla, pasto o paja, tierra y agua, y a pesar de su asociación histórica con la pobreza o la precariedad, ofrece múltiples ventajas. Las paredes de adobe retienen las temperaturas exteriores, tanto bajas como altas, durante más de cuatro horas, en comparación con las paredes modernas que igualan las temperaturas internas y externas en cuestión de minutos.

Además de la Ruta del Adobe, Tinogasta ofrece otras alternativas interesantes, como el sandboard, una disciplina que rivaliza con el surf. Para practicarlo, se necesita una tabla que se deslice sobre una superficie lisa lo suficientemente resbaladiza para alcanzar velocidad, y si además tiene una pendiente moderada, la experiencia es similar a estar en la cresta de una ola.

Todo esto está disponible en Tinogasta, especialmente en las cercanías de la pequeña Fiambalá, situada al pie de un gran cerro de arena con dunas interminables que ocultan emocionantes aventuras.

Hablando de Fiambalá, sus termas también son un destino imperdible. La palabra “Fiambalá”, que en la lengua de los pueblos originarios significa “agua que penetra en la montaña”, describe perfectamente esta pequeña localidad ubicada a pocos kilómetros de Tinogasta. Además de su agradable microclima y su hospitalidad, Fiambalá tiene un ingrediente único que la hace ideal para visitar: sus termas.

En estas piscinas naturales que descienden de la montaña, las temperaturas varían desde los 38ºC hasta los 70ºC, y sus propiedades minerales las convierten en un destino altamente recomendado por sus beneficios curativos y medicinales. Hoy en día, la terapia termal es uno de los métodos más populares tanto en la medicina tradicional como en la alternativa para tratar problemas respiratorios, digestivos, circulatorios, reumáticos y de la piel, ya que el agua siempre ha sido sinónimo de salud.

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